domingo, 19 de julio de 2009

La votación-Luna Nueva

-Bueno, sobre eso... Mira, descubrí que te recordaba con mayor claridad cuando hacía algo estúpido o peligroso...-le confesé, sintiéndome completamente chiflada-. Recordaba cómo sonaba tu voz cuando te enfadabas. La escuchaba como siestuvieras a mi lado. En general, intentaba no pensar en ti, pero en momentos como aquellos no me dolía mucho, era como si volvieras a protegerme, como si no quisieras que resultara herida.
>Y bueno, me preguntaba si la razón de que te oyera con tal nitidez no sería que, debajo de todo eso, siempre supe que no habías dejado de quererme...
[...]
-Tú... arriesgabas la... vida... para oírme...-dijo con voz sofocada.
-Calla-le atajé-. Espera un segundo. Creo que estoy teniendo una epifanía en estos momentos...
Pensé en la noche de mi primer delirio, la que había pasado en Port Angeles. Había planteado dos opciones-locura o deseo de sentirme realizada-sin ver la tercera alternativa.
Pero ¿qué ocurriría si...?
¿Qué ocurriría si hubiera creído sinceramente que algo era cierto, aunque estuviera totalmente equivocada?¿Qué sucedería si hubiera estado tan empecinadamente segura de que tenía razón que no me hubiera detenido a considerar la verdad?¿Qué hubiera hecho la verdad?¿Permanecer en silencio o intentar abrise camino?
La tercera opción era que Edward me amaba. El vínculo establecido entre nosotros dos era de los que ni la ausencia ni el tiempo podía romper, y no importaba que él pudier ser más especial, guapo, brillante o perfecto que yo, él estaba tan irremediablemente atado como yo, y si yo le iba a pertenecer siempre, eso significaba que él siempre iba a ser mío.
¿Era eso lo que había estado intentando decirme a mí misma?
-¡Vaya!
-¿Bella?
-Ya, vale. Lo entiendo.
-¿En qué consiste tu epifanía...?-me preguntó con voz tensa.
-Tú me amas-dije maravillada. La sensación de convicción y certeza me invadió de nuevo.
Aunque la ansiedad continuó presente en su rostro, la sonrisa torceda que más me gustaba se extendió por su rostro.
-Con todo mi ser.
Mi corazón se hinchó de tal modo que estuvo a punto de romperme las costillas. Ocupó mi pecho por completo y me obstruyó la garganta dejándome sin habla.
Me quería de verdad igual que yo a él, para siempre. Era sólo el miedo a que yo perdiera mi alma y las demás cosas propias de una existencia humana, eso fue lo que le llevó a intentar con tanta desesperación que yo siguiera siendo una mortal. Comparado con el miedo a que no me quisiera, ese obstáculo -mi alma- parecía casi una menudencia.
Me tomó el rostro entre sus manos heladas y me besó hasta que sentí tal vértigo que el bosque empezó a dar vueltas. Entonces, inclinó su frente sobre la mía y supe que yo no era la única que respiraba más agitadamente de lo normal.